Sufriendo lo indecible por amor, navegaba desesperado a través del texto
Se conocieron al inicio del relato. Fue una sola palabra: "Tiquismiquis" . Esa única palabra, eléctrica y poderosa, provocó el flechazo entre el punto y la i . Ambos quedaron hechizados y se juraron amor léxico.
El escritor, conscientemente o no, continuó ese idilio: "Pitiminí" "sirimiri" "dividí" fueron trufando el relato.
Pero, súbitamente, cambió de rumbo y las íes desaparecieron del relato.
El punto sólo finalizaba frases y culminaba jotas o diéresis.
El relato iba concluyendo y el punto se desesperaba. Sólo con la última palabra logró fundirse una última vez con su letra amada: "Fin"
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