Ahora ya vestido, mucho mejor. Qué mal rato. La verborrea de Marcos me engatusó.
Que no podía quedarme encerrado. Que me llevaría a conocer otras gentes, otras almas.
Lo que descubrí no fueron sus almas sino su recubrimiento carnoso. Era una playa nudista.
Era tarde para echarse atrás y allí paseé en pelotas por ese contubernio ignominioso de miembros desnudos.
Llevo décadas sin tener conocimiento carnal con mujer alguna así que sufrí avergonzado ciertas reacciones fisiológicas…. incómodas.
Gracias a Dios, Marcos me trajo de vuelta justo para prepararme para oficiar la misa de las cinco.
Espero que Doña Brígida no me haya reconocido.
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