sábado, 5 de octubre de 2013

Tontos del culo

 Lo peor que le puede pasar a uno no es que su jefe sea un hideputa o un corrupto; lo peor es que sea tonto-del-culo. Decir que nuestros políticos son corruptos es como decir que la leche es blanca o que el cielo es azul. Pero descubrir que además son tontos-del-culo es tan frustrante como merecido lo tenemos.
 
Resultaba tan patéticamente cómico como sorprendentemente estúpido ver las caras de los miembros del comité olímpico español al descubrir que su triunfo cantado para que Madrid albergara los juegos 2020 se convertía en un ridículo de dimensiones colosales. Alguno, cuya supina estulticia aún le nublaba la vista, todavía contaba con los dedos los votos que le habían prometido/vendido y que al primer descuido se los habían envuelto en vaselina e introducido, en lugar de en la urna, en algún oscuro orificio trasero. Y es que se puede ser malo, se puede ser inutil  pero, por favor, gilipoyas no. No contentos con el ridículo, la pazguata mayor del reino y (sic) alcaldesa de Madrid a la sazón, todavía había dado una vuelta de tuerca al concepto de vergüenza ajena hasta hacerme llegar a mi, un tío recio y enjuto y a medio país a las más alta cotas de “bochonno”. La ínclita sujeta oyó eso de hacer virtud de los defectos, donde tiene para elegir, y en lugar de admitir su ignorancia mayúscula de inglés utilizando un traductor, decidió mostrar al mundo su manejo macarrónico del idioma pensando aquello de lo divertido y natural que iba a sonar. Cuando uno cuenta un chiste debe asegurarse de que el público se ríe del chiste y no de uno mismo pero el día en que explicaban esta verdad cósmica, Miss Bottle tampoco estaba en clase y cuando más se reía la concurrencia ante su mítico “relaxing cup of café en la Plaza Mayor” más se venía arriba doña Ana y más se venía abajo el ánimo de este país, arrugadito ya tras años de vivir en el barro.
Tras meses y años de oírlo hasta la saciedad, repetirlo a machamartillo por telediarios y medios de mayor o menor afinidad a los prebostes actuales  y absorberlo por los poros, casi nos habíamos terminado de creer que teníamos la mejor candidatura, las mejores instalaciones, los mejores ciudadanos, casi los miembros sexuales más abultados; y  hasta los mejores políticos pensaron dos o tres colgados en plena ebullición de cazalla de garrafón.
A una persona que piense  que una candidatura olímpica puede ganar por tener las mejores instalaciones o el mejor entorno habría que decirle que despertara; que los Reyes Magos son los padres, que las compresas no hacen “sun-sun-sun” cuando te las pones y que el abrefácil es un invento de Belcebú. Unas olimpiadas se ganan con unos tíos tan sucios y corruptos como hábiles y listos para moverse por los bajos fondos. Y los nuestros son tan hábiles como Paquirrín jugando al juego de la silla.
 
Había que ver a nuestros políticos de más alto rango recibir a los miembros del COI obsequiándoles con impúdicas montañas de  bogavantes y marisco gallego en pantagruélicos ágapes y saludarles  genuflexos hasta los tobillos. Cuánto tuvieron que reírse los andobas esos!. Un buen corrupto distingue a uno malo en cuanto lo ve. Y los nuestros son malos hasta decir basta.
Todavía osaba añadir  la Aznar-woman, con careto circunspecto tras su actuación, que Madrid no se presentaría a las Olimpiadas 2024 porque "ya había sacado todo lo que podía sacar de las olimpiadas". Y se iba tan fresca, tras su frase para la historia.
 
Y la culpa es nuestra, tenemos que admitirlo. Solo nuestra. Un buen corrupto no nace; se forma, se forja y se adapta al mundo en el que vive. Es como un ciclista que se dopa. Si no hay ningún control se meterá hasta las cejas sin ningún cuidado. Y eso es lo que hemos hecho; les tenemos mal acostumbrados. Qué podemos esperar cuando durante décadas hemos asistido resignados y calladitos mientras los constructores pasaban religiosamente por taquilla para obtener obras públicas, cuando el presidente de la diputación de Orense metía a toda su familia en la diputación sin que nadie se inmutase, cuando el presidente de Castellón abría aeropuertos fantasmas o se llevaba un millón en comisiones, cuando en Andalucía el dinero de los eres se repartía a puñados. Qué podíamos esperar? O peor, ¿qué podemos esperar ahora? Cuando sabemos todo esto y seguimos repanchingados en el sillón babeantes e impertérritos mientras en las cárceles  no se conoce corrupto alguno.
Así no hay forma de que nuestros corruptos se entrenen. En otros países la corrupción toma forma de complicadas e ingeniosas maniobras donde el que echa mano del erario público hace antes un master en corrupción y chanchullería. Pero en este país, la corrupción ha tomado forma de un gañán sin dos dedos de frente que echa mano a la bolsa a la vista de todas y como no le llega el riego al cerebro lo apunta una libreta, se saca una foto con el botín y la cuelga en el  feisbús.
 
Joder, así no hay forma de que tengamos unos corruptos como Dios manda. Tenemos lo que nos merecemos.  Y las Olimpiadas para el 2164, cuando se acaben todas las ciudades del mundo. Quizá ganemos a una oscura ciudad ucraniana junto a Chernobil y a un poblado de Angola.