lunes, 20 de abril de 2015

Torneo San Viator. León come gamba, Orvina come tortilla.

Domingo 04,30 a.m.; guasap  del gallego; "acabo de llegar a casa; pero tranquilos que mañana estoy a tope"; solo le faltó añadir: "choich unoch tioch de puta madrech"; el detalle es que "mañana" era tres horas más tarde. Ochoa andaba a la par al parecer.

Ante este panorama enfilábamos la recta hacia la Siberia vasca para traernos, dios mediante, kilo y pico de chatarra con placa y kilo y pico de grasas trans del Lunch. A fin de poder introducir cinco Orvinas en un utilitario hubimos de prescindir de los Orvinas más voluminosos; por suerte entre los de tamaño estándar se encontraba un tal Garbisu,  prometedor chaval a la par que talentoso con el gps, mal endémico en este club de bujuleros.
Tras comprobar en el viaje que las horas que mete el gallego en el Subsuelo son inversamente proporcionales a los réditos eroticofestivos que obtiene; llegábamos a Vitoria sin mayores problemas;  tras meternos en el cuerpo la obligada emulsión sólida de patata y huevo; hacíamos acto de presencia en el San Viator. Allí nos encontrábamos al tandem Lucas - Albaina;  ínclitos amanuenses en este tipo de encomiendas.  Con puntualudad... ejem...caribeña, comenzaba el torneo. 
Los locales junto con groses,los zornotzas, los Balmasedas de Iruzubieta y Egidazus parecían los más duchos en esto de empujar madera a toda hostia. Corrían las rondas y pronto nos veíamos con algunos problemas para clasificarnos para la fase final, al empatar dos de los encuentros. Pero un atracón final a base de roscos nos dejó primeros aunque a poca distancia de Balmaseda. Sorprendía la eliminación de los locales, menguados eso sí por las ausencias. A la fase final llega por la otra parte del cuadro Zornotza y Gros.
En la fase final, la clave estuvo en la segunda ronda; Iruzubieta vengaba la derrota ante Unai en la fase previa y el resto no tenía mejor pinta; de estar rozando el rosco en algunas partes del encuentro pasábamos al empate a dos tras salvar milagrosamente dos puntos. En la última ronda le metíamos 4 a gros y nos hacíamos con el trofeo, por delante de los Balmasedos. Buen torneo de Unai y sorprendentemente del gallego y regular el de Mikel al que algunas presencias femeninas afectó negativamente; y es que mientras corrían los segundos él miraba al techo con expresión bovina pensando en sabe Dios qué guarradas piensan los adolescentes de hoy en día.

Tras la entrega de trofeos llegó el discurso final, que calentó los corazones pero enfrió las croquetas. Solo los vigilantes de seguridad, contratados ex profeso, evitaron que las zarpas se antepusieran al pistoletazo de salida. Pero tras la bendición del orate, empezó lo que Albaina denominó "comida de hermandad". Dios mío, qué poco debe de querer a sus hermanos. Lo que allí se vio es un contubernio de manos llenas de dedos que se abrían paso impúdicamente hacia los trozos de pizza barbacoa, sin duda, la triunfadora de la hermandad. Pronto fueron esquilmados los platos y se veían seres desesperados apurando bolsas de patatas como si fuera el maná. Los orvinas, conocidos gourmets, asistimos atónitos a este espectáculo y nos conformamos con algunos trozos de brócoli cocido con foie que traíamos en un tapper. Aterrados por el espectáculo, huimos despavoridos hacia el coche antes de que la cosa fuera a mayores y que los "hermanos" nos consideraran parte del lunch. 

Una buena mañana en un torneo ya clásico en nuestro calendario y  al que no habremos de faltar en próximas citas; al menos mientras nos crezcan los enanos.