Cuando llegué estaban poniendo la mesa para cenar. Aurora me recibió con mucho cariño. Me ofreció una generosa copa de oporto. El ambiente era bullicioso. Al fondo de la sala tres gatos siameses discutían acaloradamente sobre política. Aurora, mi anfitriona canina, me llevó a la cocina a presentarme a Julio, su famoso tejón cocinero, que se afanaba en un relleno. Un enorme horno de leña lucía ardiente y vacío. Le pregunté por el menú. Sonrió y me dijo que no debería ser tan pavo.
Aturdido por el oporto no entendí el chiste.
Me arregle las plumas y metí el pico en la copa para dar un último sorbo.
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