Los zapatos vacíos. Me llaman la atención más que los muebles tirados e incluso que la sangre. Unos zapatos rojos de tacón. Igualitos que los de mi Jenny. En ellos encuentro un estilete ensangrentado. Sigo el rastro de sangre por ese pasillo interminable . Descubro una oreja cercenada. Puto psicópata. Quiere jugar. De pronto, algo espeluznante cruza por mi cabeza. Entro en el salón de un portazo. Ahí está Jenny atada a una silla, degollada. Ciego de rabia vacío al aire el cargador de mi Glock.
De las cortinas cae Eddy con un tiro en la cabeza. Mierda. Debí haberlo matado aquella vez.
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