Le obligaron a sentarse en el sofá junto a sus zapatos. Iker, a sus 5 años, ya sabía lo que significaba : regañina.
Como cuando tiró las joyas de mamá por el wáter. Fue bonito ver sus brillos desaparecer por el remolino. Tuvo que aguantar una larga charla cargada de reproches.
Peor fue cuando rompió el jarrón. Papá decía que la abuela estaba en el jarrón. Qué tonto. Solo había ceniza y la abuela estaba en el cielo.
Y ahora nueva regañina gorda por encontrar sus cacas en los zapatos favoritos de papá.
Iker se marea. No debió haberse comido esa cucaracha. Solo encontra el hueco de los zapatos para vomitar abundantemente.
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