El árbitro añadió catorce minutos, logré decir. El inspector apuró su cigarrillo pausadamente. Lo apagó con parsimonia.
– ¿ Y por eso tardaste 3 horas en volver? Tuviste tiempo de sobra para salir del estadio, hacerlo y regresar
Me encogi de hombros.
– No sé, Me entretuve echando unas cervezas con los muchachos.
Otro silencio interminable
– Marco, ¿te crees que soy gilipollas?
Pensé en contestarle pero fui más práctico. Saqué mi Beretta y le pegué dos tiros.
Su gesto de sorpresa quedó petrificado en su cara. Ahora sí tenía cara de gilipollas.
Segun bajaba las escaletas subía Lucas, el Limpiador, con sus botes de ácido y salfuman. No me saludó.
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