martes, 5 de febrero de 2008

Crónica Liga Vasca. 4º Ronda. Gertrudis.

Buenos días nos dé el Señor. Me llamo Gertrudis, Sor Gertrudis. Tengo 74 años y soy monja desde hace 56. Mi sobrino Blas, me ha pedido que escriba la crónica del ajedrez porque anda muy liado esta semana. Además me asegura que quizá consiga con esto recuperar alguna oveja descarriada para el rebaño. En el convento de Santa Eulalia, donde vivo, la Hermana Priora Bonifacia sólo nos permite jugar al ajedrez y al dominó. Dice que los demás juegos los creó Satanás. Así que, cuando Belcebú no se ceba en mi artritis, paso muchas horas jugando al ajedrez con mis Hermanas. Y yo, el Señor disculpe mi falta de modestia, soy la mejor del convento. Por algo me llaman Hermana kasparova (2280 elo monacal)

El sábado pedí permiso de salida a la Priora Bonifacia. No había salido en cinco años, desde aquella vez que tuve que ir al supermercado a por fairy porque sor caprabo se puso mala. No sabía lo que había en el exterior y me pareció que era buena idea dar una vuelta. Cogí mi calceta para acabar el jersey que le estoy haciendo a la estatua de santo Toribio del convento y pasé unas horas en el club Orvina viendo las partidas.

He de decir que estoy horrorizada con esta juventud. Cuántos tacos, cuántas menciones injuriosas al señor. Con un estropajo y un bote de lejía iban a enseñar yo a estos jovencitos a hablar con el debido decoro. Y qué pintas más zarrapastrosas. Sobre todo esos orvinos, que llevan el pecado marcado a fuego en la cara. Ninguno en la sala llevaba corbata. Y ellas con esas prendas tan ajustadas que se les ve todo, qué barbaridad, virgen de mi corazón. Qué juventud. Otra cosita es mi sobrino Matías, que estuvo ocho años de monaguillo y ahora edita la hoja parroquial de mi barrio.

Y menudo antro el del Orvina, sin ningún crucifijo, sin imágenes de santos… El delegado, un jovencito insolente, un tal rebolé, no me permitió siquiera poner una hoja con el horario de las misas semanales.
Pero no quiero aburriros con mis cuitas y voy a las partidas no sea que la Priora Bonifacia piense que sólo me he escapado para librarme de la misas de vísperas y nonas.

Sr. Navarrete-Sr. Arnaez. El blanco cae en el pecado de la gula y se come dos peones en la apertura a cambio del desarrollo. Parecía no haber suficiente compensación pero el negro recupera uno y consigue contrajuego. Al final en el apuro el blanco desaprovecha alguna posibilidad ganadora y acaba cayendo. Y es que el pecado nunca compensa.

Sr. Basto-Sr.Jiménez: Estos chicos serían grandes miembros de mi congregación. Los estados de profunda meditación en los que caen en cada jugada son dignos de los mejores conventos. Sobre todo los del sr. Basto que en la jugada 10 contaba con 3 o 4 minutos. Otros dos peones que deja en la apertura (la donación de peones parece ser virtud en rey ardid) y el blanco no consigue suficiente compensación. Al final, en el apuro, cae una pieza entera.

Sr.Mombiela-Sr.Galarza: El Señor castiga la apertura irregular del blanco que pasa apuros para igualar. Se llega a una posición igualada con posibilidades de ataque en el flanco de rey por el blanco y por el de dama para las negras. Pero se dan cuenta que la violencia no conduce a nada y, como en misa, deciden darse la mano.

Sr.Guilarte-Sr.Monje: El negro, que más que Monje Peinado debería apellidarse, por sus pintas, Hippie Melenudo, plantea una especie de siciliana cerrada donde el blanco domina el centro y el negro consigue reacción en el de dama. El negro consigue comerse un peón y parece cobrar ventaja pero llega el apuro y se deja pieza y la dama como colofón.

Al final de las partidas, mi sobrino Blas me prometió que podría dar una charla educativa a los chavales. Me subí a una silla y comencé a hablarles sobre los pecados de la carne y las penas del infierno que esperan a pecadores de su calaña. Pero los muy ateos empiezan a abandonar la sala. Y sospecho que no tenían intención de ir a misa de ocho. Pandilla de descarados. Ni siquiera de los ajedrecistas te puedes fiar hoy en día. Sólo mi sobrino Matías llegará al Cielo. Le llamé para que me recogiera. Vino con su compañero de piso Julián. Iban de la mano, siempre ha sido muy cariñoso mi sobrino, es un santo. Y su amigo Julián otro. Aunque lleve esa camiseta de licra tan rara. Qué angelico mi Matías: Le oí hablar por el movil (curiosilla que es una), y oí cómo le decía a nosequién que esa noche se iban a reunir y que iba a haber éxtasis (como santa teresa, qué fé más profunda que tiene) y que iban a acabar haciendo el trenecito (desde pequeño le gustaba ya jugar con trenes) pero que primero tenían que aparcar al fósil (hasta le pone nombre al coche). Ya podían aprender los otros. Me devolvió a mi convento y se fue a sus ejercicios espirituales con sus compañeros de catequesis.

En fin, después de lo que he visto, horas de cilicio me va a costar esta salida. No pienso salir en otros cinco años. Ya ni el ajedrez está libre de la influencia del Maligno. Ojalá el Señor tenga a bien enviar pronto el próximo diluvio y arrastre a todos los pecadores y entre ellos, a todos esos ajedrecistas descreídos. Menos mal que me queda el santo de mi Matías.

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