Y ahí estaban ellas agitando las manos y dando manotazos al aire. El gesto, como insecticida dejaba bastante que desear, pero como demostración visual y efectiva de su queja quedó bastante claro. Al menos, para todos los que estábamos en la fila.
Resulta que, por mor de la meteorología, el avión aterrizó en Vitoria en lugar de en Pamplona. Así que fletaban autobuses hacia Pamplona. El autobusero había anunciado que sólo disponía de dos plazas para la próxima salida. Y dos tipos tan trajeados como presurosos acudieron ansiosos al reclamo, sin ofrecer caballerosamente sus plazas (eran los primeros) a las dos siguientes tipas, igual de presurosas y trajeadas. Pues bien indignadas que se quedaron. Qué vergüenza. Cómo podían ser los pavos en cuestión tan bastos y poco caballerosos? Qué maleducados y poco corteses. Y se quedaron tan panchas. Claro está que en el siguiente hueco que hubo en el siguiente autobús no se les ocurrió ceder sus asientos a nadie, faltaría más.
El machismo está presente hoy en todas partes. De una forma más sutil que antes pero sigue latente en todos las áreas de la sociedad actual. Pero es curioso que cuando el machismo puro y duro ha sido exterminado, al menos aparentemente, como valor social, hay una especie de machismo de baja intensidad que no sólo subsiste sino que está en auge últimamente. Y sostenido, sobre todo, por mujeres. O al menos, por algunas mujeres.
El machismo está presente en casi todas las sociedades y, por supuesto, en todas las religiones. Y la nuestra no es una excepción. A primera vista supone una gran ventaja para nosotros por lo que implica de supremacía de los hombres ante las mujeres. Sin embargo, a la larga creo que es más dañino para nosotros por el coste personal que supone desempeñar el rol masculino y la presión social que tenemos que soportar para ello.
Hoy en día, sin embargo, este formato ha adoptado formas más sutiles.
Pocos hombres y casi ninguna mujer, a fecha de hoy, se declararía machista o proclamaría la superioridad del hombre en ningún área. Sin embargo, muchas mujeres se sienten cómodas con las “atenciones” que supone este machismo de baja intensidad: que te abran la puerta, que te cedan el sitio, que te lleven los bártulos, que paguen la cuenta en la cena, que te lleven flores. Que el dé el primer paso en una relación. Que llame él. Pero no. Eso no es machismo. Dicen muchas. Es…(es qué?) educación…sí, es verdad, educación machista. Y para muchos hombres y, sobre todo, muchas mujeres esta actitud es compatible con una posición igualitaria entre sexos.
Eso me recuerda al típico caso de los que iban a las manifestaciones contra el imperialismo yanqui calzados con sus Nike, embutidos en sus camisetas Reebook y oliendo a colonia Adidas.
No se pueden crear una sociedad igualitaria mientras se apoyan las secuelas más benignas del caduco sistema anterior. La abuela diría que no se puede estar en misa y repicando. Los hombres y las mujeres no son iguales. Eso no hay quien lo niegue. Pero la carga de los roles masculinos y femeninos dificulta las relaciones entre las personas. Quizá se las facilite a quienes se sientan plenamente identificados con ellos. Pero entonces no vayamos de igualitarios.
Lo que creo que está claro es que no se puede jugar a las dos cosas a la vez.
Seguro que las tipas del autobús se creerán feministas concienciadas.
Yo, al menos, no cedo el paso en las puertas a las damas. A no ser que me lo reclamen a codazos.
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