sábado, 16 de enero de 2010

El tío Muni

Las últimas gotas de sangre caen remoloneando al plato. De lo que fue un flamante chuletón de medio kilo apenas quedan el palo y unas tirillas de grasa. Casi medio litro de Rioja Gran Reserva ha sido necesario para acompañar a la deglución. Un eructo tan sonoro como santo atrona la habitación. Monseñor está satisfecho. Pero se siente un poco solo. Como si le faltara algo.

-Ah! ya sé lo qué es-se dice. Con este chuletón que el Señor ha tenido a bien ponerme en el plato, yo estoy ahíto de cuerpo y de alma (eso siempre) pero mis feligreses se alimentan de mis Palabras, santas sentencias que les nutren (y además no engordan). Venga, que sí; les voy a decir algo.

Coge el periódico, lee las noticias y se le hace la luz. Venga, ahí va.

Y suelta el Munilla que " "existen males mayores" que el del terremoto de Haiti. Para Munilla mucho peor que las muertes, el dolor y el caos instalado en la isla caribeña, es "nuestra pobre situación espiritual y nuestra concepción materialista de la vida". Son dos defectos que caracterizan a nuestra sociedad, en opinión del obispo, y por los que "deberíamos llorar". Además, afirma, los pobrecitos de haiti irán al Cielo.

Acaba esto y se dice: Jode, qué bien me ha quedado! Cuán sabias y santas palabras, Monseñor. En Haiti, hay decenas de miles de muertos y muchos más muertos en vida pero de qué se quejan? debe de pensar Muni. Están llenos de espiritualidad. Rebosantes de alma. Muni, que es un docto en ciencias del alma pero no del cuerpo, piensa que los cadáveres que se amontonan en las plazas de puerto príncipe no están hinchados por la putrefacción sino que están hinchados de gozo y orgullo por la espiritualidad que les sale por los poros. Los niños que claman por las calles por sus padres muertos no gritan de dolor, gritan: aleluya! Los sepultados en vida que cuentan los minutos de vida que les quedan no están desesperados, están agradecidos por su suerte, por su la plenitud de su alma y su próxima audiencia con el Señor.

Claro que sí, Muni. No hay que compadecerles. Casi ni que ayudarles. Ellos son los que deberían ayudarnos a nosotros. Quizá ellos deberían enviarnos ayuda humanitaria a Europa, verdad, Muni?. Ya lo veo, contenedores de espiritualidad venidos de Haiti y desembarcando en el puerto de Bilbao. Y nosotros pegándonos en el puerto por recibir un cacho de la mercancía. Deberían llorar ellos por lo desafortunados que somos nosotros.

Muy bien, Muni, tú sí que ves la luz. Tú nos alejas del Maligno. Tú nos guiarás a los que vivimos en las tinieblas perpetuas.

Por cierto, tómate un postre hombre, que seguro que las imágenes del telediario te han amargado la digestión. Además, la espiritualidad se digiere mejor con un tiramisú.

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