Tras una breve excedencia escribana de unos meses y aprovechando que la pasada década está más caduca que el yogur que me comí ayer y que estrenamos otra, lo anuncio: Vuelve el abstruso gusarapo (yuju). Más abstruso, más gusarapo, más peor. Mientras riadas de gentes se amontonan impúdicamente para apuntarse a un gimnasio al que nunca acudirán, otros le juran a su cigarrillo que será el último y otros le anuncian a su báscula que sus dígitos llevarán en lo sucesivo una línea descendente, yo también he hecho mis propósitos para el año: escribir un niño, plantar un libro, tener un árbol. Y añado uno nuevo: tener actualizado el blog.
-Y para qué coño has vuelto?- te preguntarás tú, uno de mis únicos lectores que no está (aún) en la cárcel o en una granja de desintoxicación.
-¿Es necesaria esta cosa para el mundo?-¿Escribir cuatro chorradas que no van a ninguna parte?-¿Hacer crónicas de ajedrez del nivel de mi sobrino de 7 años? ¿Esputar opiniones tan útiles como el dolor de huevos o la malaria?
Exacto, querido lector. La has clavado. Esos son mis objetivos. Espero no defraudarte.
Además de eso, mi psiquiatra me hace un descuento del 25%. Dice que así no tiene que soportar en exclusividad la brasa que le doy. Y afirma que está demostrado que los sociópatas que escriben un blog delinquen un 33% menos y cometen los homicidios con un 28% menos de saña.
Así que lo dicho, todos salimos ganando. Venga ese 2010.
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