sábado, 30 de agosto de 2008

Bilbao, mierda, Rock n roll.

Entre montañas de basura, industrias, polución;
Bancos y la ría está el puto Botxo;
tráfico agobiante, pintadas y carteles,
no hay currelo, sólo miedo y represión
Bilbao, mierda, Rock n roll.

El estribillo de "bilbao, mierda, Rock´N´Roll", de MCD, describía a la perfección el escenario. Era un fondo de escritorio gris, sucio, insalubre, de un negro que sólo consiguen algunos entornos industriales radicales. Ese es el fondo que envuelve todos los recuerdos que tengo de cuando era crío. Teníamos la Ría, que perfumaba, y no de chanel nº5 precisamente todo el casco viejo y por donde flotaban indolentes todo tipo de objetos imposibles. Para cruzar el puente de deusto había que enterarse si había cristo en euskalduna. En el casco, un fin de semana de cada tres tocaba practicar los cien metros manifa. Y todo ello arropado de varios de los barrios o ciudades más contaminados de Europa (Erandio, Sestao). Nosotros no los veíamos como sucio, ni como negro, ni siquiera como desagradable, era nuestro marco. Nuestra mierda. Además, tampoco habíamos viajado a las Seychelles como para poder comparar.

Era la propia personalidad de nuestro botxo. Hacíamos chistes sobre supuestos turistas que acudieran a ver nuestro bilbo. Y casi alardeábamos de nuestra ciudad inhabitable.

Muchos años hace ya que no vivo en mi ciudad natal al igual que muchos de los míos. Y sólo acudo ya de ciento en viento al botxo. Eso me ha permitido ser un testigo alejado de la transformación. Primero fue el Guggenheim en lugar de euskalduna. Y a partir de ahí, el negro hollín empezó a desaparecer. Plazas de estética bolchevique se convirtieron en plazas verdes repletas de niños. El negro que teñia edificios y fábricas se fue borrando como si un dibujante de ciudades hubiera sacado su goma de marca "Milan". La Ría se fue poblando de peces!!, sí, esas cosas con aletas (hombre no son lubinas de ración, sino mugles, que comen mierda y rock n roll pero peces). Y los turístas virtuales de los que nos reíamos tomaron cuerpo y se conviertieron en riada por el centro.

Así que, en cada una de mis visitas a Bilbao, me encuentro un nuevo triunfo del verde sobre el negro. Una ciudad nueva que se abre paso sobre las ruinas de la que fue.

Supongo que es inevitable, natural y positivo.

Lo reconozco, ahora es una ciudad agradable y casi hasta digna de verse.

Pero, cada vez que voy, no puedo evitar sentirme un poco más desubicado en una ciudad que ya apenas conozco.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

bonito, muy bonito

Anónimo dijo...

Hace un montón de años que, de vez en cuando, visito el botxo. Y aunque no lo conocí en sus mejores peores años, también he sido en cierto modo testigo de su transformación. Y creo que estarás de acuerdo conmigo en que tu desubicación (y la de muchos, supongo) pesa poquito en la balanza del cambio. Y en que, tal vez, ésta tenga más que ver con tu propia transformación que con la de la ciudad. Pero, como de costumbre, hablo por hablar. Que tengo el record mundial de tonterias por m2.

blas zeta dijo...

Chico, pues tienes razón, es un poco infantil pretender que las cosas sigan igual que como uno las dejó. Pero...me queda esa cosilla. Ahora, también hay que decir que, en ese sentido, las cosas las han hecho bien.