Sale el presentador de deportes al final del telediario. Muestra una cara compungida, apesadumbrada. Seguramente, la misma que ponía cuando el matón de clase le robaba el bocadillo en el recreo. Y dice lacónico y melancólico a la vez:
-Nuestros chicos han perdido.
Y guarda un silencio estudiado para darle más efectismo a la escena.
Me empiezo a poner nervioso. Qué cojostios han perdido nuestros chicos? El tren a Albacete?, la virginidad en la oferta de 3*2 del prostíbulo del barrio? ¿la gamba en su frito de gamba?Y además, qué chicos? Me estoy poniendo nervioso. El presentador continúa:
-Memphis y Lakers perdieron sus partidos en la madrugada de ayer.
Y digo yo:
ah! ¿Y a mi qué coño me importa?
El presentador, ajeno a mis comentarios, continúa:
-A pesar de los buenos números de Navarro y Gasol, sus equipos no pudieron....
En mis neuronas se hace la luz:
Aaaah, ahora lo entiendo, nuestros chicos son navarro y gasol y perdieron sus equipos de la NBA.
O sea, a ver si me aclaro: unos pavos que juegan al baloncesto se van a hacer las américas, se nos llena el orgullo deportivo-nacional de forma que se convierten en nuestros estandartes en tierras civilizadas y todos nosotros nos convertimos en acólitos de sus equipos de adopción. De repente, Memphis, que hasta hace poco era para nosotros una ciudad donde iban todos vestidos de Elvis, ahora nos produce más ardores patrios que si fuera un cacho de Soria. Y todos con Memphis, venga.
A mi esto me suena a esnobismo paleto de los años sesenta, digno de "Vente a Alemania, pepe".
Entiendo que una pueda identificarse con el equipo de su barrio, pueblo, autonomía o país. Vale.
Aun poniendo cara de haberme tragado un estofado de sapos, puedo aceptar incluso que unos tíos que representan a sus propios huevos y que paga sus impuestos en Suiza, como Alonso o Nadal puedan representarnos de alguna forma y podamos apoyarles moralmente es sus batallas deportivas. Al fin y al cabo, si no tienes favoritos, el deporte pierde gran parte de su gracia.
Pero llevarlo al extremo de adoptar a los equipos de acogida de los exiliados del baloncesto me suena ya a escenas del paleto que va a la capital y sus vecinos del pueblo que le jalean por vivir en tan lustroso lugar. Ahora va a resultar que los periodistas y programas deportivos nos van a hacer fans de Memphis, Toronto o Los Angeles. Anda ya.
Por mi, como si descubren que Elvis era un espía ruso y amancebador de menores y desparece Memphis por la vergüenza.
-Nuestros chicos han perdido.
Y guarda un silencio estudiado para darle más efectismo a la escena.
Me empiezo a poner nervioso. Qué cojostios han perdido nuestros chicos? El tren a Albacete?, la virginidad en la oferta de 3*2 del prostíbulo del barrio? ¿la gamba en su frito de gamba?Y además, qué chicos? Me estoy poniendo nervioso. El presentador continúa:
-Memphis y Lakers perdieron sus partidos en la madrugada de ayer.
Y digo yo:
ah! ¿Y a mi qué coño me importa?
El presentador, ajeno a mis comentarios, continúa:
-A pesar de los buenos números de Navarro y Gasol, sus equipos no pudieron....
En mis neuronas se hace la luz:
Aaaah, ahora lo entiendo, nuestros chicos son navarro y gasol y perdieron sus equipos de la NBA.
Y digo yo:
¿Y a mi qué coño me importa?O sea, a ver si me aclaro: unos pavos que juegan al baloncesto se van a hacer las américas, se nos llena el orgullo deportivo-nacional de forma que se convierten en nuestros estandartes en tierras civilizadas y todos nosotros nos convertimos en acólitos de sus equipos de adopción. De repente, Memphis, que hasta hace poco era para nosotros una ciudad donde iban todos vestidos de Elvis, ahora nos produce más ardores patrios que si fuera un cacho de Soria. Y todos con Memphis, venga.
A mi esto me suena a esnobismo paleto de los años sesenta, digno de "Vente a Alemania, pepe".
Entiendo que una pueda identificarse con el equipo de su barrio, pueblo, autonomía o país. Vale.
Aun poniendo cara de haberme tragado un estofado de sapos, puedo aceptar incluso que unos tíos que representan a sus propios huevos y que paga sus impuestos en Suiza, como Alonso o Nadal puedan representarnos de alguna forma y podamos apoyarles moralmente es sus batallas deportivas. Al fin y al cabo, si no tienes favoritos, el deporte pierde gran parte de su gracia.
Pero llevarlo al extremo de adoptar a los equipos de acogida de los exiliados del baloncesto me suena ya a escenas del paleto que va a la capital y sus vecinos del pueblo que le jalean por vivir en tan lustroso lugar. Ahora va a resultar que los periodistas y programas deportivos nos van a hacer fans de Memphis, Toronto o Los Angeles. Anda ya.
Por mi, como si descubren que Elvis era un espía ruso y amancebador de menores y desparece Memphis por la vergüenza.
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