miércoles, 18 de junio de 2008

Publicaciones

A mis treintaytantos años he visto cosas que ningún ser humano debería haber visto, he oído cosas a través de los muros de mi dormitorio que nadie debería haber escuchado, he probado platos que ningún ente con boca debería haber probado y he visto series que ningún cineasta debería haber perpetrado nunca.



Y, a pesar de todo ello, sigo siendo un tío bastante impasible. Mis amigos dicen que, en un primer contacto, parezco un tío frío, seco, circunspecto, y de poblado unicejo permanentemente fruncido. Luego ya, cuando se me conoce bien y me abro… es mucho peor.



Pero a lo que iba; los que no me conocen mucho dicen que soy un tío serio. De esa opinión era hasta ahora mi médico. Hasta el pasado lunes. Pero es que no pude contenerme. No soy yo un asiduo de las consultas de los galenos. De hecho, siempre que puedo acudo a los comprimidos caseros de ajo y agua y hasta al madero en la boca cuando duele. Pero bueno; mis males en la rodilla me llevan últimamente a frecuentar a esos tipos de bata blanca y letra ilegible.



Y hete aquí que me hallaba contándole de mis males y disloques cuando la vi. Estaba en un revistero colgado de la pared. Asomaba medio cuerpo pero su título se veía perfectamente legible. Era una revista periódica, de estas que suelen crecer en las consultas médicas como parte del mobiliario. Pero ésta era genial; sus autores, más duchos en conocimientos intestinales que en artes publicitarias no se habían andado con rodeos con el título: La revista se llama “Diarreas y Vómitos”. Primero, me brotó una sonrisilla en la cara, luego me empezaron a dar espasmos en las costillas mientras la cara se me iba desencajando y, finalmente, me empecé a descojonar a dos carrillos. Dios santo, cómo puede haber una revista seria que se llame “diarreas y vómitos”. Dios, necesito un ejemplar, saber de qué habla, qué artículos tiene, qué fotos.


Me imaginé a mi médica esperando ansiosa el siguiente número, con los artículos “diagnóstico de los tropezones más comunes”, "vómito o diarrea: una elección complicada, tú decides” , “la fabada, las judías verdes y yo: una historia acuosa” o mejor aún “cuando tu novio te dice, “cariño, me voy” a lo mejor no es lo que piensas” .

Claro está, no queda muy convincente partirte el culo mientras le cuentas tus físicas aflicciones a la señora doctora. No le confesé a la susodicha la causa de mi risión compulsiva. Sólo aludí a que me había acordado de algo. Tras acordar con ella un comprimido de Arcoxia cada 24 horas acabé como pude la consulta. Pero leí en su cara que mi credibilidad y mi imagen de tío sólido se había ido al garete. Pero la culpa es suya, cómo se puede exhibir impúdicamente una suscripción de “Diarreas y vómitos” y querer que la gente no se inmute. Uno puede ser de piedra. Pero tiene unos límites.
Hubo un tiempo en que me dio por comprar el número 1 de esas publicaciones de cualquier cosa que brotaban como setas en los kioskos hacia septiembre. Total, casi te los regalaban. Recuerdo uno sobre catástrofes navales, donde el cronista se deleitaba jocoso del húmedo y aciago destino de los pasajeros de los futuros pecios. A mi me maravillaba que hubiera gente que comprara esas cosas (ojo, yo sólo el número 1).


Pero la revista o publicación periódica mejor que ha existido ha sido, sin duda: "noticias del mundo", donde se narraba con una pulcra honestidad y rigurosa profesionalidad periodística las noticias más relevantes del mundo. Os dejo una portada. No tengo palabras.


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