lunes, 15 de abril de 2013

Torneo rápidas San Viator


Mombi, cuando acabe el torneo te vas a poner ciego a tortilla, ¿te vas a comer ahora un pincho de tortilla AHORA?
La mano de Mombi se detuvo a escasos centímetros de su boca y el tiempo se detuvo durante unas décimas de segundo. El entorno ayudaba a ello; la terraza del bar en una inmensa avenida vitoriana totalmente vacía a las 10 de la mañana. Juraría que había voladeras de paja dando botes por la calle arrastradas por el viento.Por un momento, creía que me iba a hacer caso;  que abandonaría la tortilla, el torneo, el Orvina, el ajedrez.  Pero en lugar de eso, se metió el inmenso bocado y sólo dijo: 
 
-Vete a tomar por el culo. 
 
Respiré tranquilo, hay cosas que no deben cambiar. Allí estábamos en el torneo de San Viator, cita ya obligada para nosotros que llevamos jugando chorrocientas ediciones (la estadística se la dejo a Iñaki).  Para el evento, juntamos los restos que el club había rescatado de la escombrera para  defender un título del año pasado; tarea que se nos hacía asaz complicada. Y es que compromisos, pereza, edad y parejas hacen difícil ya conseguir un miserable equipo de 4 jugadores. Para esta cita nos juntamos  Mombi,  Mikel Ortega, que ya no engaña como un “simple crío” , Ochoa, y el que escupe estas letras.
 
Los rivales parece que también sufrían para juntar los equipos y se veían equipos míticos de liga vasca pero confeccionados también con petachos de voluntarios arrancados seguramente de sus camas. Destacaban los anfitriones de San Viator con Astasio, los arrasatearlutzianos  de Alcaide, y los portugalujos de Lococo, los gureas de Idiazabal y los eguidazus. 

Voces malpensantes e insidiosas plantean la fórmula matemática de que la presencia de maestros es directamente proporcional a la cuantía en metálico de los premios. Pero eso sería tanto como decir que al ajedrez se juega por dinero y todos sabemos que eso no es cierto. El hecho de que, en este caso la presencia de maestros y los premios coincidan en el número 0 no es más que una mera coincidencia. 
 
Dirigiendo el torneo el ínclito Albaina, uno de los imprescindibles del torneo. Dos grupos de 9 y se clasifican 2. La madera se empezaba a mover a eso de las diez y media en el modernista edificio del San Viator. Corrían las rondas y acabábamos primeros en nuestro, más bien asequible, grupo. Con llegar a la fase final nos dábamos con un canto en los dientes antes de empezar. Junto con nosotros los portugalujos,  mientras que arrasates y los anfitriones hacían lo propio en su grupo. En la fase final, y con algo de potra en algún momento, dos empates y una victoria mínima nos daban un sorprendente triunfo ganando en el desempate a los guipuzcoanos y quedando terceros los de Astasio.  Villalta ganó el mejor jugador, con pleno de victorias (creo). De los nuestros, enorme torneo de Ochoa, un 1.500 que sacó un porrón de puntos y buen trabajo de Ortega, que se dejó sólo dos.
 
Tras el torneo, asistimos a la cruel entrega de premios. Cruel porque es muy cruel aguantar impasible los discursos de agradecimiento de Albaina mientras las croquetas y las tortillas humeaban apetitosas a escasos centímetros de salivantes ajedrecistas, voraces ya a eso de las dos y media. Pero todo acaba; las entregas también y nos pudimos entregar a la deglución compulsiva de viandas, arrojadas generosamente por los viatorianos. Ahí los Orvinas sí somos maestros como pudimos demostrar nuevamente.
 
Y con eso dimos por bien empleada la mañana en un buen torneo, cita ya casi obligada para nosotros y al que no habremos de faltar en próximas ediciones.

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