Doce segundos. Pocas cosas son las se pueden hacer en doce segundos.
Desperezarse hasta que te crujan los huesos de la espalda. Rascarte discretamente la entrepierna mientras tu pareja ha ido un momento al baño. Asomar la cabeza por la ventana para ver si ha parado de llover de una maldita vez. Dar un par de vueltas a los chipirones en su tinta, que empiezan a pegarse al fondo de la cazuela. Estampar dos besos, tan sonoros como falsos en la cara de tu tía, la de Murcia, que se ha presentado de sopetón en tu casa.
Cosas que ninguna de ellas te dejará huella en tu vida. Para limón-1 doce segundos es exactamente una vida, la vida.
Ya me lo temía yo. A Limona, de color amarillo rabioso, se la veía primeriza como si llevara una ele colgada a la espalda. Estaba perdida, dando vueltas sin saber muy bien lo que se espera de ella, como buscando un manual que no iba a terminar de encontrar. Y llena a reventar con una tripa deforme y móvil, donde pequeños aliens exigían nerviosos una salida inmediata, en una versión imposible de los hijos devorando a Saturno.
Fuera de esto, observándolo todo, estaba dios. Un dios pequeño, miserable casi. Esa sombra de tamaño inabarcable que todos los días arroja comida desde el cielo. Yo mismo.
Tras muchas horas de dar vueltas de esquina a esquina del acuario, desfallecida y estresada (primer error), se quedó inmovil en una esquina del acuario (segundo error) a plena luz del día (tercer error) y rodeada por sus colegas de especie (cuarto error) .
Desde allí, empezaron a surgir desde la lanzadera de su culo el regimiento de guppys más breve que ha visto este acuario. El primero, en asomar su cabeza a este acuoso y jodido mundo fue Limón-1. Salió disparado hacia las plantas. Pero con Charlie a su rebufo, bien poco pudo hacer.
Doce segundos es lo que tardó Limón-1 en pasar del culo de mamá a la boca de Charlie. Toda una vida.
Sus hermanos tampoco tuvieron vidas mucho más largas; Limón-2 y Limón-3 dieron una exhibición de giros y requiebros entre plantas, troncos y piedras pero acabaron cayendo tras una vidas que no llegaron a los tres minutos. Limón-5 aguantó toda la jornada como un campeón pero no volvió a amanecer cuando volvieron a encenderse las luces al día siguiente.
El final de Limona fue menos piadoso que el de sus vástagos. Exhausta por el esfuerzo y el estrés cayó al suelo medio muerta. Y ese es el territorio de las gambas. Son muy cabronas las gambas. Se comen los cadáveres pero si alguien aún colea no le hacen ascos. Empiezan por las zonas más blandas. A limona se la comieron por la cola y los ojos mientras aún boqueaba. ¿Y qué hacía dios viendo todo esto? ¿salir en ayuda de sus "hijos"? No. Solo mirar. No soy el dueño de sus vidas. solo soy el bracero que les da de comer.
Por suerte, no todo acabó con tintes catastróficos. Limón-4 conseguió pasar desapercibido entre las hojas de la planta flotante y a estas horas aún pasea su dorso amarillo chillón por las plantas del fondo. Si aguanta, en 3 o 4 días, tendrá el tamaño suficiente para no caber en las bocas de sus primos y estará a salvo. Y en 3 semanas el suficiente para esperar la próxima remesa de recién nacidos para darles la bienvenida.
3 comentarios:
Una sencilla explicación a la recurrente pregunta de por qué Dios deja morir de hambre a los negritos. (digresión: ¿seré el único que, hasta los 12 años, vivió en la creencia de que los negritos y, sobre todo, los chinitos tenían una ranura en el cráneo? si, como los del Domund).
Todos sabemos que Dios no existe (alguna diosa si que conozco, pero es tan malvada como ese que sale en el antiguo testamento) pero si existiera sería demasiado parecido a nosotros: indiferente al sufrimiento, cuando no cruel, como para merecer que perdiéramos el tiempo en su culto.
Aunqueeeeeee... ¿no estábamos hablando de peces? ¿o de limones?
Que chulo Jimenez!!!!
me ha molado.
Ya, no creas que, viéndolo, no me entraron ganas de hacerme un chopsuey de gambas...Pero eso es lo fácil...
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