Se perpetró el pasado sábado el torneo del club, del Orvina. Torneíllo de semirrápidas para que los más rápidos y viciosos del ajedrez foral maten el gusanillo y, los que puedan, se lleven unos euracos de recuerdo. Después de algún torneo que hemos jugado por otros lares este verano, que parecían estar organizados por Torrente y Amy Waynehouse a pachas, la verdad es que da gusto jugar algo bien organizado.
Orvinas a cascoporro salpicados de algunos de los ilustres del ajedrez navarro se apelotonaban a primera hora en la entrada de la calle valtierra. Jovenes promesas como Viñal o Antúnez, y el porrón de orvinas copaban los primeros del ranking. Y más arriba, el claro favorito, Huerga.
Os destripo el final: Huerga ganó con mucha facilidad, imponiéndose en todas las rondas menos unas tablas. Del resto, sólo seguían a rueda Viñal, que acabó tercero y, sobre todo, el incombustible Antúnez, que, con su habitual ajedrez surrealista, hizo un gran torneo, y acabó segundo.
En cuanto a nosotros, en fin, cómo lo diría: travieso es a Hitler lo que discreta es a nuestra actuación. Creo que se entiende.
Y en cuanto a mi actuación particular, me llevé nuevamente el set de vino (cortesía de los chicos del Casino, por cierto). Y van varios torneos consecutivos.
Mi psiquiatra afirma que no es casualidad y que acabaré en una casa rural donde diré frases como " llevo dos semanas sin probar el Rioja" y mis compañeros me contestarán "te queremos blas". En fin, cosas de mi psiquiatra. Glub, eso espero.
Bueno, buen torneo, buen ambientillo, unas risas, y como colofón, chuletón de recibo en el Uslaer del que dimos cuenta obviando cuchillo y tenedor, como dios manda.
Os dejo colgadas las preceptivas fotardos que para eso di la brasa con el dichoso artefacto.
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