Antes de ver lo que Arturito, el repetidor, llevaba en su caja de compases, todos imaginaron cualquier barrabasada.
-Aquí está!!! Enseñó orgulloso una piedrecilla de aspecto lúgubre.
– Después de un mes en el hospital ¿¿nos enseñas una piedra??
– Es un cálculo, imbécil!! Y me lo han sacado de la ingle.
– Mentira.
Arturo se bajó los pantalones y dejo ver una cicatriz enorme bordeando el calzoncillo. Sandrita se ruborizo al ver los pelillos púbicos que asomaban.
– Jodeeeeeer.
Arturo disfrutaba de la mezcla de admiración y asco.
-Un mes sin clase. Y lo que me queda.
– ¿Hay más?
– Sí. Cinco en la otra ingle. Y otra en la cabeza. Esa sí que va a molar.
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