Resultaba tan patéticamente cómico como
sorprendentemente estúpido ver las caras de los miembros del comité olímpico
español al descubrir que su triunfo cantado para que Madrid albergara los
juegos 2020 se convertía en un ridículo de dimensiones colosales. Alguno, cuya
supina estulticia aún le nublaba la vista, todavía contaba con los dedos los
votos que le habían prometido/vendido y que al primer descuido se los habían
envuelto en vaselina e introducido, en lugar de en la urna, en algún oscuro
orificio trasero. Y es que se puede ser malo, se puede ser inutil pero, por favor, gilipoyas no. No contentos
con el ridículo, la pazguata mayor del reino y (sic) alcaldesa de Madrid a la
sazón, todavía había dado una vuelta de
tuerca al concepto de vergüenza ajena hasta hacerme llegar a mi, un tío recio y
enjuto y a medio país a las más alta cotas de “bochonno”. La ínclita sujeta oyó eso
de hacer virtud de los defectos, donde tiene para elegir, y en lugar de admitir
su ignorancia mayúscula de inglés utilizando un traductor, decidió mostrar al
mundo su manejo macarrónico del idioma pensando aquello de lo divertido y
natural que iba a sonar. Cuando uno cuenta un chiste debe asegurarse de que el
público se ríe del chiste y no de uno mismo pero el día en que explicaban
esta verdad cósmica, Miss Bottle tampoco estaba en clase y cuando más se reía
la concurrencia ante su mítico “relaxing cup of café en la Plaza Mayor” más se
venía arriba doña Ana y más se venía abajo el ánimo de este país, arrugadito ya
tras años de vivir en el barro.
Tras meses y años de oírlo hasta la saciedad, repetirlo a machamartillo
por telediarios y medios de mayor o menor afinidad a los prebostes actuales y absorberlo por los poros, casi nos habíamos
terminado de creer que teníamos la mejor candidatura, las mejores
instalaciones, los mejores ciudadanos, casi los miembros sexuales más abultados; y hasta los mejores políticos pensaron dos o
tres colgados en plena ebullición de cazalla de garrafón.
A una persona que piense que una candidatura olímpica puede ganar por
tener las mejores instalaciones o el mejor entorno habría que decirle que
despertara; que los Reyes Magos son los padres, que las compresas no hacen “sun-sun-sun”
cuando te las pones y que el abrefácil es un invento de Belcebú. Unas
olimpiadas se ganan con unos tíos tan sucios y corruptos como hábiles y listos para
moverse por los bajos fondos. Y los nuestros son tan hábiles como Paquirrín jugando
al juego de la silla.
Había que ver a nuestros políticos de más alto rango recibir
a los miembros del COI obsequiándoles con impúdicas montañas de bogavantes y marisco gallego en pantagruélicos
ágapes y saludarles genuflexos hasta los
tobillos. Cuánto tuvieron que reírse los andobas esos!. Un buen corrupto
distingue a uno malo en cuanto lo ve. Y los nuestros son malos hasta decir
basta.
Todavía osaba añadir la Aznar-woman, con careto circunspecto tras su
actuación, que Madrid no se presentaría a las Olimpiadas 2024 porque "ya había
sacado todo lo que podía sacar de las olimpiadas". Y se iba tan fresca, tras su
frase para la historia.
Y
la culpa es nuestra, tenemos que admitirlo. Solo nuestra.
Un buen corrupto no nace; se forma, se forja y se adapta al mundo en el
que
vive. Es como un ciclista que se dopa. Si no hay ningún control se
meterá hasta
las cejas sin ningún cuidado. Y eso es lo que hemos hecho; les tenemos
mal
acostumbrados. Qué podemos esperar cuando durante décadas hemos asistido
resignados y calladitos mientras los constructores pasaban
religiosamente por
taquilla para obtener obras públicas, cuando el presidente de la
diputación de
Orense metía a toda su familia en la diputación sin que nadie se
inmutase,
cuando el presidente de Castellón abría aeropuertos fantasmas o se
llevaba un
millón en comisiones, cuando en Andalucía el dinero de los eres se
repartía a puñados. Qué podíamos esperar? O peor, ¿qué podemos esperar
ahora?
Cuando sabemos todo esto y seguimos repanchingados en el sillón
babeantes e
impertérritos mientras en las cárceles no
se conoce corrupto alguno.
Así no hay forma de que nuestros corruptos se entrenen. En
otros países la corrupción toma forma de complicadas e ingeniosas maniobras
donde el que echa mano del erario público hace antes un master en corrupción y
chanchullería. Pero en este país, la corrupción ha tomado forma de un gañán sin
dos dedos de frente que echa mano a la bolsa a la vista de todas y como no le llega
el riego al cerebro lo apunta una libreta, se saca una
foto con el botín y la cuelga en el feisbús.
Joder, así no hay forma de que tengamos unos corruptos como
Dios manda. Tenemos lo que nos merecemos. Y las Olimpiadas para el 2164, cuando se
acaben todas las ciudades del mundo. Quizá ganemos a una oscura ciudad ucraniana
junto a Chernobil y a un poblado de Angola.
2 comentarios:
Jimenez, y que me dices del antológico: "can you repeat me the ask?" del ilustre presidente del COE.
Nuestros corruptos son muy malos, y asi nos va, en cuanto salen a competir en campeonatos internacionales de corrupcion los machacan. Esto nos pasa por falta de nivel en las competiciones nacionales y autonomicas, cualquiera puede ganar un torneo de corrupcion a nivel autonomico o nacional. Hace falta aumentar el nivel de exigencia a nuestros corruptos!
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