jueves, 5 de julio de 2012

Bollicaos recortaos



Viven entre nosotros. Son como tú o como yo. Toman café, discuten con el frutero por los plátanos que les han vendido, ponen la tele a toda hostia, cruzan los semáfaros en rojo y dicen que estaba en ámbar, se tiran un cuesco discreto en la oficina cuando creen que no les ve nadie. Pero les puedes distinguir por pequeños detalles; su nariz aguileña, el rostro cetrino, su manía de contar céntimos del monedero, su mirada penetrante y calculadora. Pues sí, son ellos. La nueva especia surgida al albur de la crisis: los recortadores. Se mueven por calles, farmacias, empresas, residencias de ancianos olisqueando cualquier posible recorte que echarse al coleto,cualquier posible ahorrillo con que contribuír a las arcas estatales.


Tras arrasar farmacias, pluses y permisos horarios, convenios colectivos, piscinas municipales y un sinfín de recovecos monetarios, uno de estos recortadores ha puesto su vista felina en uno de los mayores núcleos de despilfarro, de vergonzoso derroche, de dislate presupuestario que quedaba en la economía de este país: la merienda de los presos. En cientos de centros penitenciarios de este país hemos asistido impasibles e impotentes a esa bacanal de bollicaos, galletas maría, enormes bocatas de chorizo de pamplona, montañas impúdicas de chopped, tan preso como sus comensales en barras de pan interminables. Una orgía de grasas trans que ofende al más derrochador de los ciudadanos y que, por supuesto, que no ha pasado desarpercibido para nuestro amigo el Recortador. Tras denunciar el hecho a los gerifaltes que firman la orden, el Recortador quedó satisfecho, orgulloso, ahíto de justicia social. Sabido es que un criminal sin su ración de Donuts a media tarde asesina con más saña, viola con más rabia y limpia la sangre con más pericia. Pero todo es poco por lograr esos eurillos que harán de este país un gran sitio para vivir.

Mira a tu alrededor, tú no sabes dónde está tu Recortador, ni sabes quién es; puede ser tu suegra mientras reposa el puchero de lentejas, puede ser tu hija mientras la dejas en su parque infantil oyendo embobada los cantajuegos o  los chiripitifláuticos; puede ser tu vecino el del sexto; el que se lleva una coletilla con los cuatro pelos que le quedan y que mientras se hace el canuto de la tarde busca nuevos nichos que recortar (bien merendado, eso sí). El próximo recorte te puede tocar a ti. Puede que te cobren los bolis que te llevas a casa de tu empresa o el vaso de agua "del grifo" que pides en el bar. Puede ser el perejil que te regalan en la pescadería o las pelis porno que te bajas de internet con la excusa de que "me quería bajar bambi y me he encontrado con esto". No te descuides, el siguiente eres tú. Tu recortador no olvida ni perdona.