viernes, 14 de agosto de 2009

Orviniños a Galiza

Noto un suave cosquilleo en mi desnuda entrepierna. Cierro los ojos. Una mano va abriendose paso por mi pubis lentamente. Le dejo hacer. Me noto cada vez más excitado. Me estiro juguetón. Otra mano logra abrirse paso. Empiezan a apretarme con fuerza. Una tercera mano también se une a la fiesta. Y una cuarta. Cuatro? Miro hacia mi entrepierna entre curioso y sorprendido (qué hacen 4 manos ahí?). Me encuentro con una visión aterradora. Lo que yo creía manos son tentáculos y veo un pulpo de enormes dimensiones que me rodea y que dirige su horrible pico hacia....Me despierto empapado en sudor. Dios. Ha sido una pesadilla. Otra. Este empacho de pulpo me está matando. Es lo que tiene pasar una semana en Galicia.

Pues sí. Este año toca Galicia. Campeonato de España por equipos. Todo un clásico ya para todo Orvina al que le sobren unos días de vacaciones dislocados allá en medio de Agosto. Nos recibía la bonita villa de Padrón, que tiene pimientos y....y...y...bueno, pues eso, que tiene pimientos; unos pican y otros no. Contábamos este año entre nuestras huestes a las tres emes de la rocha (mombi, monje y jiménez (martín) junto con otros tres chavales que encontramos por ahí; un tal garbisu y un par de rebolés.

Este año decidimos alojarmos en el hotel de la federación. Craso error. Muchos son las virtudes de la feda. Mas entre ellas no está el ojo clínico hostelero, al parecer. El local en cuestión resultó ser el Scala, tres estrellas de las cuales dos de ellas las sospecho robadas del planetario más cercano. A su lado, por los flancos, dos locales de alegre reputación y pizpireto nombre: "O raposeira" y "Venus". Nos alegra en cualquier caso que la Feda vele por la alegría corporal de los ajedrecistas pero no hacía falta llegar a tanto. No sé si los locales en cuestión le sacaron "jugo" al evento ajedrecísticos pero sus chillones carteles rojos ahí a eso invitaban.

A nivel gastronómico, el chef del hotel parecía acusar ciertas tendencias infantiles. Infantiles porque los menuses me devolvieron a los sabores del colegio, con esos entrañables ranchos de macarrones con tomate, pollo con patatas, o paella argamasoide. Como nota surrealista, de vez en cuando, introducía el "do-your-self", que consiste en dejar el perolo de fabada con un cazo y dejar a los hambrientos ajedrecistas agolparse en los alrededores de la olla hundiendo sus brazos hasta los codos por hacerse con los dos únicos trozos de sacramentos. Otra cosica eran los desayunos, donde el chopped de oferta y el york de garrafón campaban a sus anchas.

Por suerte, por las noches huíamos de la nuvelcusín del Scala y nos dedicábamos a lo nuestro: deglución de pulpo y otras viandas indígenas sin ningún tipo de contemplación. Regado claro está con el Alvaro más gallego.

Porque eso sí, morenos no hemos de volver de esas tierras, no; con esa eterna brumilla diaria (cuando no xirimiri) que todo lo cubre y que ni la leyenda del microclima, que siempre menciona todo gallego que se precie, pudo acallar.

Al grano, el torneo; dos equipos duros, con ansias ascensoras, como el castellano de Equigoma, con el inclasificable Epishin a la cabeza y el Lleida con cuatro emeis. Nosotros éramos el siete y por ahí, cerca nuestro, pululaban viejos conocidos de nuestras tierras. Venían los oberenas con De la Villa y Huerga. Los viatorianos del San Viator, los naturgaseosos de sestao y, cómo no, los ínclitos batalleros con su alineación de gala (la única que tienen por otra parte). Marcaban distancias los dos favoritos desde el principio, dejando prácticamente cerrada la lucha por el ascenso.

Nuestro comienzo fue muy bueno, llegando a empatar a los poderosos ilerdenses e imponiéndonos a batallos, ovetenses y compostelanos. Esta vez el Suizo no nos ayudó y tras una derrota digna con los episines (con espectáculo dantesco del propio episin) y una última derrota con Isidoro nos devolvió a nuestro ranking, 7º. Un torneo más que digno tras jugar en las primeras mesas gran parte de éste.
De los nuestros, Mombi ha estado muy duro, y el resto, bueno, sobrios; al menos no se nos caían las piezas de las manos a pares.
De nuestros equipos vecinos, destacar el buen papel de los Batallos, y es que los viejos rockeros...

Tras todo esto, el último día acometimos el asalto a la licorería de guardia, arramplando con cuanto orujo desetiquetado y de sospechoso envase encontramos. Y nos volvimos como vinimos, con una mano delante y otra atrás. Pero con una semanita cojonuda por tierras galegas. Y con kilo y medio de pulpo navegando aún por nuestros intestinos.